sábado, 31 de agosto de 2013

73. La Hipocresía a un Poeta

-Poeta, tú que sabes bailar entre las palabras y que vistes de novedad a las ideas, ¿cómo es que nunca pensaste que, engalanando con tus artes las artes de otros poetas, podrías aumentar tu público? Pues ¿no son poetas la mayoría de los que escuchan a los poetas? Toma estas sedas azules y sírvete de ellas, baila a su alrededor y rodéales con ellas, circula entre las voces de los artistas subidos a sus pedestales, inclínate ante sus pobres ocurrencias y verás cómo después te aplauden aunque recites un trabalenguas. Al menos, seguro que te corresponden.

-Pero yo soy un hombre noble, soy fiel a mis convicciones y tengo el don de la sinceridad; de lo contrario, mi oficio sería otro. Si sirviera para fingir, entonces me dedicaría al drama, al circo o a la tragedia. No quiero convertirme en un perro que se pone a dos patas por un poco de comida, tengo demasiadas patas para ponerlas todas en pie y me siento aún demasiado joven para morir volando. Además, así nunca sabría si me aclaman por mis méritos o por una cuestión de respuesta.

-Ah, qué ingenuo y qué cándido eres, aún piensas que hay distinción entre lo bueno y lo mediocre, que lo que triunfa lo hace por sí mismo y no por las influencias. El arte es el mundo de la compra-venta, cadenas de favores con mercancías invisibles, libros que se compran a cambio de que tú compres otros, reseñas por reseñas... Haría honor a mi nombre si te dijera que es a la inversa, y que el arte es eterno e invencible, que tiene su camino asegurado cuando realmente se acerca al cielo. Pero hoy, para ti, me he quitado la máscara, y te hablo con sinceridad y certeza.

-Pues mis ojos son capaces de atravesar tu corazón y entrever la carta que te guardas, y como sé cuál es tu nombre y lo que este significa, me atengo a lo que siempre he sabido: que lo bueno estará siempre cercano a lo íntegro, y que lo que no es íntegro se envenena y muere antes de saber si era bueno; que las costras de tu cuerpo se contagian y que no quiero tenerte como huésped.

-Eres un ingrato y te quedarás fuera del mundo, comerás tus papeles uno a uno y te sacarán la lengua.

-Con las lenguas me quedaré. Ellas son finas y auténticas, pues no está en su voluntad resistirse a los sabores agradables, retorcerse con una quemadura o arrugarse ante lo amargo.


Delia Aguiar