Amor kafkiano

En las mañanas soleadas, Paco se pone su mejor vestido para ir al mercado que está cerca de su casa. Paco no tiene estudios superiores, pero la vida le ha enseñado a vivir y a sobrevivir; por eso, Paco sabe escoger las peras más bonitas de la frutería. Las peras que más tarde serán devoradas por su mujer, Lola.

Lola despide a su marido cada mañana desde el baño, mientras se afeita tranquilamente y saborea el café preparado que le espera en la cocina. A Lola le encanta la cocina, la mesa de la cocina, y a María, su amiga, también. Pasan largas horas hablando mientras pelan las pupilas que se implican en sus cuerpos, tienden cada opinión de su apetito en la encimera, se beben cada imagen de sus vidas hablando, se comen las peras más bonitas de la frutería.

Paco siempre lo respeta, porque su silencio le calla las verdades que lucen por la noche, frente al televisor del salón de Paco, que le acaricia y le manosea hasta que el sueño rapta su conciencia y debilita sus músculos, ya flojos.

Lola siempre lo respeta. Lola vuelve a estar tumbada, pero ahora, en la cama. Lola, Lola siempre lo respeta, mientras K le lee historias hasta que el sueño le advierte del cambio

Lluïsa