Cuenta la leyenda del Reino de los Sin Sabores que su princesa iba constantemente de aquí para allá, buscando su príncipe pero dejándose resbalar. Su joven príncipe la miraba desde lejos siempre. Este caballero la había salvado ya del joven mendigo el cual la amaba con el alma pero con el que ella tan sólo jugaba. De aquel tipo caprichoso, noble y creído, que pensaba que lo tenía todo hecho. También la salvó del señor mayor y feudal que tan sólo buscaba una alianza matrimonial para ganar derechos de herencia. Combatió por ella contra el incipiente burgués que le prometió oro y plata invisible. Peleó, incluso, por su princesa, con el dragón de las alas de fuego que la raptó y que congestionó al Reino. Y, cuando al fin ella se dio cuenta de que su príncipe había estado siempre ahí, él dejó de creer en princesas y en el amor. Cabizbajo se marchó, dejando atrás la leyenda y el Reino, creyendo solo en su noble y guerrero corazón.
G. S. Díaz
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