¿Dónde estoy? Pensaba Jacinto, había pasado un día y medio del secuestro. El ayahuasca lo había secuestrado el jueves por la mañana y ya era viernes. Abrió los ojos como cuando uno nace, llorando y sin ver nada. Regresó asustado, pálido, con náuseas, con la boca seca y sabor a óxido, con fatiga y falta de aire, como un surfista sumergido y atrapado en las profundidades de una ola gigantesca y sale a la superficie en el último segundo de oxígeno, casi a punto de morir ahogado. Entendió que su viaje había terminado, que su amigo el chamán Alejo estaba a su lado desde el jueves por la mañana y no lo había dejado solo por un instante. Jacinto sintió el peso de la resaca, lo sintió cuando se quiso parar, le dolían las rodillas, la espalda el alma. -¿Qué me paso don Alejo? -¿Por qué usted no me despertó?. No puedo despertarte de tu sueño, nunca escuchaste que a los sonámbulos no se les despierta. Pero yo no estaba sonámbulo yo estaba solo dormido. -No te acuerdas que cantabas como un tucán, te movías como la serpiente y mirabas fijo como un jaguar?-No te acuerdas que me preguntabas ¿Porqué las cosas tienen nombre?¿Porque los hombres no quieren vivir? ¿No te acuerdas? Solo dormiste 3 horas, el resto de los días estuviste en otro mundo y era preferible no sacarte de ahí, era tu propio mundo, estabas aprendiendo de la vida, de tu vida, del mundo, de la tierra, de los animales que vivimos aquí, yo solo te daba agua y guía espiritual, pero en un momento la protección se las di a las tarántulas porque estabas molestándolas y temía que te las comieras. ¿Me quería comer a las tarántulas? No se, no estoy seguro, pero habrías la boca cada vez que las mirabas y te acercabas a ellas como la serpiente se acerca a su presa para devorarlas, creo que eras una serpiente. -Pero era parte de mis alucinaciones o habían tarántulas?. No,viven allí en el cuarto de mi hijo, quien por cierto te trajo mucha agua y una frazada.¿ Aprendiste algo? -Me vienen recuerdos de cosas extrañas, de figuras difíciles de describir, sentí en algún momento que tenía la respuesta para todo, existe una balanza de oro de la cual el hombre no quiere saber nada, una balanza que siempre está en equilibrio, y que si el hombre quiere, la puede tener, pero dependiendo de quien la toque la balanza se mueve, conmigo no se movió, pero con el si. -¿Quien es el? El abuelo, era un hombre muy viejo, pero realmente no se quien era ese anciano, tenía una vestidura rara, no era de acá, como que si fuera de la época medieval, llevaba sandalias raras y una vestidura que no es de aquí, -¿Parecía europeo? No estoy seguro, lo vi acercándose a la balanza, le vi como le brillaban los ojos al verla, vi el reflejo de sus ojos en la balanza de oro, el sé acerco y la cargo, apenas la toco, la pesa derecha de la balanza se movió, entonces el anciano extraño pegó un grito de dolor, tiró la balanza y me miro a los ojos, pedía ayuda, pero le di la espalda, me gritaba por agua, por aire, pero le di la espalda, quería yo hablar, quería ayudarle pero no pude, sólo le di la espalda.
Jacinto había perdido a su esposa y su hija en un accidente de autobús, aunque ese día su esposa le pidió que le diera 10 soles para el taxi, pero Jacinto se los negó, porque iría un ratito a la pelea de gallos, así que le dio 1.25 soles para el autobús. Jacinto había perdido su negocio porque no pago los impuestos por 3 años y el banco le había embargado su casa y su negocio, era el único hijo y sus padres ya habían fallecido hace mucho tiempo, sólo tenía un tío en Argentina que estaba desconectado totalmente de la familia. No tenía a nadie, solo a la familia muerta y ni enterrada porque nunca se encontraron los cuerpos. Jacinto decidió irse a la selva del Perú, al Amazonas, sin dejar rastro en Lima, a la selva a vivir una vida de animal, no encontraba nada que podría animarlo en la ciudad, y sabía que un día más en Lima, sería suficiente para acabar con su sufrimiento, y por más que quería acompañar a su mujer y su hija en la eternidad, no tenía el coraje suficiente para hacerlo, para volarse los sesos, era un pusilánime, aunque lo pensó, necesitaría balas para el arma oxidada que guardaba en la casa del perro que tenía en el techo.
Había entonces decidido irse a la selva, donde buscaría algo que hacer, algo en que creer, alguien en quien confiar y quien más que su último aliento Alejo, el chamán, quien lo conoció en Lima cuando a Alejo lo contrataron para bendecir a un caballo que debutaba en las corridas. Jacinto le pidió a Alejo que le pasará el huevo y el cuy a su negocio de abarrotes para que prospere, pero nunca próspero, porque Jacinto se gastaba las ganancias en el hipódromo y aveces en las peleas de gallo, pero más en el hipódromo. Le mentía a la mujer cada vez que le pedía vacaciones para la familia, Jacinto le mentía a su esposa cada verano - !Este país paupérrimo nos tiene secuestrados, no podemos salir ni a pasear por Miraflores o irnos a Miami, porque no nos alcanza la plata, no tenemos plata ni para ir a comernos una hamburguesa a Mcdonalds! O comprarle a la niña unas zapatillas Nike como se debe!. Le decía a su mujer que no tenían ni un centavo extra para vacaciones, que a las justas comían, la mujer le escuchaba como fiel aliada, y le preparaba sus lentejas con tocino y cebollita picada con arroz y su huevo encima porque ese era el menú de todos los días, aveces variaba las lentejas por habichuelas negras. En esa cena Jacinto comía pensativo, fantaseando que la próxima semana ganaría en las apuestas, su hija vino corriendo y le dio un beso y le enseño las notas honorables que saco en la escuela primaria, y le pidió que le regale una bicicleta para Navidad, Jacinto se lo negó, a pesar de que pudo regalarle muchas bicicletas a su hija y darle muchas vacaciones a su esposa, pero no, se gastaba la plata en los caballos cada domingo y de vez en cuando en las peleas de gallos.
-No quiero recordar a ese viejo maldito que vi en mi viaje.¿Porqué? Le dijo el chamán Alejo, porque me recuerda todo lo malo, quiso apoderarse de la balanza que me pertenecía, era tan real, que ya me hacía de venderla y sacarle un provecho, era de puro oro. Jacinto se llevaba las manos a la nuca y miraba el techo de la choza donde estaba, lloro por un rato, con fuertes respiraciones le dijo al chamán que no se sentía mejor, que ese viaje que cambia a las personas no le había resultado a el, que sería mejor perderse en la jungla solo, y que se lo comieran las anacondas lentamente, así como se comen a los animales grandes hasta que estos llegan al estómago de la anaconda y los digiere con el tiempo. -Quiero morir sufriendo, quiero morir con dolor, soy un asco de ser humano, soy peor que la basura que botan los comerciantes del mercado central de Lima, soy la mierda de la mierda, llevándose los brazos a la nuca y esta vez de rodillas en el suelo mirando hacia el piso, lloraba. Extraño a mi esposa a mi hija, ¿porque me pasa esto a mi? Nunca la traicione con otra mujer, nunca le puse un dedo encima, ni a ella ni a mi hija, porque dios me castiga de esta manera! Se lamentaba Jacinto mientras que Alejo estaba sentado frente a el con una bolsa de hoja de coca en sus manos tomo un poco y se lo llevo a la boca y le dijo: Ese viejo que quería robarte la balanza eras tu mismo, ese viejo que rompió la balanza eras tu, la balanza es la representación del equilibrio, es tu aliado, tu no puedes traicionar a tu aliado, al equilibrio, eras tu ese viejo lleno de excesos. La balanza se inclinó porque tu la inclinaste, tu creaste al viejo, nunca hubo un viejo aquí,viste la balanza porque viste tu más grande error, el extremo. Tu alma se ha envejecido, a pesar de que solo tienes 43 años pareces de 80. Ese viejo eras tu, Jacinto levantó la mirada con lágrimas en sus ojos, se intentó calmar pero fue en vano, con las cejas cruzadas de inocencia vio a Alejo, respiraba más tranquilo, respiraba profundo, ya no le temblaban las manos, se sentó y quedo en silencio. Este viaje ha sido para que veas tu propia vida, para que te des cuenta de que puedes arreglar tu vida.
Es muy tarde para eso Alejo, mi esposa esta muerta al igual que mi hija, he matado a mi propio perro, porque el día que tenía que pagar para sus vacunas me las gasté en los caballos y en una semana se murió, era un perro fino y se enfermó y murió, me he matado a mi mismo desde el día que entré a ese hipódromo asqueroso, y deje mi vida en las apuestas. Sin embargo, los que están ahí tienen todo, tienen familia y siempre se les ve felices, yo quería eso, quería ser feliz, quería ganar una apuesta y llevar a mi mujer a Miami comprarle la mejor bicicleta a mi hija. Pero no, me gastaba toda la plata en las apuestas y nunca gane ni mierda y cuando lo hice la perdía apostando de nuevo, me debí ir a casa cuando gane una apuesta a la mejor partida, eran cinco mil soles, pero los aposté a Las Vegas, caballo asqueroso se cansó y le ganaron todos, perdí todo! Soy una lacra inmunda, un estropajo, un mal esposo,un pésimo padre, un mal hijo, seguro mis padres se murieron por mi culpa, porque dejaron que sus enfermedades se los lleven ya que no tenían motivo de vida por un hijo de porquería como yo que no quería ir a la universidad, ni seguir el negocio del padre, porque mi apellido inglés era suficiente.
Alejo lo miro con mucha seriedad escupió la coca que masticaba y puso un par de hojitas más en su boca. -Eres necio,terco, le dijo. No insistas en algo que sí conoces, sabes que tu vicio ha acabado contigo,insiste en algo que no conoces, busca el equilibrio, esa es la respuesta a tu mejora. Sal de esta choza y corre al monte de Junín, siéntate ahí por unas dos horas y respira las hojas que envuelven al monte, acuéstate y duerme en el monte, llévate agua, también pan y envuelve este cuy curado con sal y quédate ahí todo el día, verás que encontrarás la respuesta por ti mismo, es en vano que yo te diga que hacer, el viaje que tuviste es tuyo y tu eres el único que se tiene que dar cuenta que significa. Anda y ve, reflexiona sobre el viaje.
Jacinto aceptó con la mirada perdida, agarro las cosas que Alejo el chamán le había dado y fue hacia el monte de Junín, que estaba más o menos a 5 kilómetros de la casa de Alejo, no era un monte grande, era más como un islote en el medio de unos arbustos que suelen formarse por las arenas finas de las orillas del Amazonas, pero Alejo, acostumbrado a la región andina tampoco estaba muy familiarizado con la selva, también buscaba un futuro mejor, no económico, sino espiritual, los Andes los enfriaba mucho y necesitaba el calor de la selva, Alejo llevo a toda su familia a Iquitos y ahí fue donde Jacinto lo encontró.
Julián descansó ahí, medito, término la faena y empezó a comer el cuy curado con sal que le había dado Alejo. Después se durmió profundamente, como si el cuy curado con sal fuera un poderoso analgésico, Jacinto se durmió sin sufrimiento, tranquilo y con ignorancia de los peligros de los islotes de la selva. Ya había estado un caimán rodeando a Jacinto sigilosamente, así como lo hacen los caimanes del Amazonas y otros animales, te estudian por horas y saben que somos sus presas, pero tienen paciencia y esa es su mejor virtud. Vino un caimán de cinco metros de sigilosos movimientos y le pesco el cuello de un mordiscón, sacudiéndolo muchas veces y llevándolo al río para asfixiarlo, el caimán daba vueltas con el cuerpo de Jacinto como un tronco cortado por los taladores de árboles que gira y gira sin parar por los causes del río Amazonas hasta llegar a su destino lucrativo. Jacinto nunca salió del agua. Cuando el caimán gigantesco salió, regreso al pequeño islote y se quedo dormido al lado de las pertenencias de Jacinto, vio el cuy casi entero que había dejado Jacinto pero no se lo comió, estaba satisfecho con el festín.
Mauricio Fuentes
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